ALGUNOS POEMAS DE
LA HORA DEL LOBO
Gorgoneionfemmefatale
Y la bestia que ví se parecía a un leopardo.
La mujer pantera. Jacques Tourneur
Imagina que toda sombra envuelve
el corazón
de aquella bestia semejante al sueño
o al ojo que transita
con turbadora permanencia
los espejos velados de tu nombre
y que su signo alcanza lo presente
y en ese punto se hace perdurable,
voraz hasta lo humano de tu rostro,
hasta ese ajeno
inextinguible de la noche
que desandas.
¿Qué horror, entonces, qué belleza,
qué muerte ha de fijarte y con qué rostro?
Narciso
Al sometido
Espejo de tus aguas nada nada
Salvo las horas del Amor
El fondo helado de ese Abismo
Delirivm Cordia
(…) latiendo, nuestro propio corazón nos mataría.
Rilke
Me borraré, me fundiré en ti, mi niño. No tengas miedo.
Ismael Retzinsky
Diría que fulgura/ que apresta con mortal/ designio nuestras horas la extensión/ del vértigo en lo oscuro de su trazo/ cual lóbrego artificio/ Dos alas de su son/ ascienden a ese sueño/ en que unos ojos/ se desvelan Y emerge/ me muestra con fingido alumbramiento/ con sorda vaciedad el hueco de tu nombre/ Siento escucho las voces/ de aquellos que están muertos/ de aquellos como vivos en su ausencia/ Pero tú tú no tengas miedo Mira/ si no es tu sombra lo que temes/ si no es tu sombra niño/ que cae/ sobre la noche/ que vuelve sobre el sueño y prevalece/ Un cuerpo descendido/ un búcaro de rosas/ Este silencio tuyo amortajado/ como un pronunciamiento/ La noche/ niño las sombras/ La muerte que así llega/ ardido el corazón.
Iluminación
Recuerdo aquellas noches
de extraña lucidez
intempestiva, aquellas
horas de irrenunciable abdicación
en que no hubimos sino
el sueño desmedido
e inexorable de la muerte.
Y qué admirable y qué
hermosa la derrota
sobre el perfil de la alta madrugada,
como en el Teutoburgo las legiones,
¿lo recuerdas?
Y qué
desolada y qué cierta la grandeza
de haber,
no haber sobrevivido.
El animal moribundo
Tu lecho ofrece un desvelado, triste acabamiento a mis heridas; corpórea sombra para quien de sí regresa y cuanto muere en su costumbre. Podría, si me amaras, derramarme, follarte toda en mis adentros, creer, como quien la severa ociosidad de su desgarro intuye, que estoy vivo. Mas todo ahora es noche y desamparo y una obscena, cautiva dejación tras de tu cuerpo me descubre, si no muerto, moribundo allí donde la sangre, el animal me precipita.
Poemas incluidos en La hora del lobo. Ed. Vitruvio.