EL FULGOR OSCURO DEL ÁNGEL

La poesía como deslumbramiento, como revelación de un aspecto de la realidad para la cual no hay más vía que el conocimiento poético. En su ahondamiento visionario, el poeta materializa la verdad que lo ha engendrado, proyectando la imagen de su mirada sobre el mundo. Este conocimiento, o «tantear vacilante en lo oscuro», en palabras de José Ángel Valente, participa de la experiencia interior del exiliado, del místico —siguiendo la corriente cabalística del Zohar—, del iluminado por la senda divina de un ciego acontecer que se revela «como el ala del ángel/ abriéndose en el seno de la sombra». Y es en la intimidad de ese misterio, en la presencia insospechada de su límite, donde el ángel, alter ego mediador, manifiesta la naturaleza trascendente de una visión enunciadora:  la transparencia fugaz de nuestro origen, el vacío de su forma o su fulgor.
Buen ejemplo de ello es el poema El ángel, escrito por José Ángel Valente:


Al amanecer,/
cuando la dureza del día es aún extraña,/
vuelvo a encontrarte en la precisa línea/
desde la que la noche retrocede./

Reconozco tu oscura transparencia,/
tu rostro no visible,/
el ala o filo con el que he luchado./

Estás o vuelves o reapareces/
en el extremo límite, señor/
de lo indistinto.
                            No separes/
la sombra de la luz que ella ha engendrado.