Erik Satie: Gnossienne nº 3

En plena efervescencia Fin de Siglo, en el París de Montmartre y Montparnasse; con la reivindicación estética del dandismo nobiliario de Jean Floressas Des Esseintes, protagonista de Á Rebous (Al revés), novela escrita por J. K. Huysmans en 1884 y uno de los primeros manifiestos literarios del decadentismo, en torno al ambiente bohemio del Chat Noir   —aquella nostalgie de la boue a la que alude Gil de Biedma glosando a Émile Augier—, surge la figura de Erik Satie.
Nacido en Honfleur, este personaje singular, más afín a la sensibilidad poética y pictórica del momento que a la tendencia musical de su generación, elabora temas cuyos motivos, al menos en una primera etapa, refieren una música simbólica, arcaizante, minimalista, muy influida por una organización de carácter esotérico: la Orden Cabalística de la Rosacruz de Sàr Péladan, para quien fue compositor ocasional en los salones de pintura. Esta música revela, bajo el auspicio del ocultismo, cierto grado de espiritualidad gnóstica y la influencia de antiguos ritos ancestrales.
Gnossienne evoca, de hecho, la gnosis —literalmente: «conocimiento»—, un movimiento espiritual precristiano  con influencias orientales, profundamente dualista y enemigo de lo material –hay que recordar la aversión que el Fin de Siglo siente por el progreso y la razón.
Sea como fuere, el simbolismo decadente de las piezas musicales de Satie, singularizadas por su extremada concisión, el despojamiento, el 'tempo' lento; el uso de cadencias superpuestas, cierta suspensión envolvente de los sentidos en el adensamiento de sus atmósferas, refulgen a un tiempo e inquietan. Una sensorialidad espectral y refinada, una  pulsación estática y delicadamente fugitiva, no exenta de sadismo, recrea una atmósfera enfermiza y nos envuelve con su melodía.
Hay una invitación al ensueño, al artificio; una glorificación del arte —que se piensa superior a la vida—, una exaltación del artista marginal que se contempla —como supo anticipar Baudelaire— en su propia obra.
En palabras de Llorenç Barber: «Satie es un músico extemporáneo cuya obra entera conforma un entramado cuidadosa y conscientemente elaborado, tanto para ocultarse a sí mismo, como para extraviar a quien se acerque a ella».