BEOWULF

Beowulf, héroe que presta nombre al poema anglosajón del que es protagonista, viaja hasta la tierra de los daneses, entonces llamados skyldingos, animado a cumplir —su valor lo empuja a ello— una difícil empresa: dar muerte a Grendel, un monstruo —suerte de ogro, troll o demonio— que está asaltando la corte del rey Hrodgar, diezmando, salvajemente, el círculo de guerreros que lo asisten.
(¡Atención, contiene 'spoilers'!)
El éxito de este primer desafío, pues consigue herir de muerte a la bestia, determina un segundo enfrentamiento, esta vez con la madre de Grendel como enemigo, si cabe, más peligroso. Para ello deberá adentrarse en las profundidades de una ciénaga, donde este ser infernal tiene su guarida y lo acecha.
Muchos años después de los acontecimientos narrados, y siendo ya anciano, encontramos a nuestro héroe como rey de los gautas, su pueblo. Una amenaza mayor de lo imaginable, un dragón, se cierne ahora sobre su reino. ¿Logrará salir airoso de esta aventura o será alcanzado por el fuego de su destino?
Destreza expresiva, visceralidad, violencia descarnada; todo un ejercicio de síntesis narrativa y estilo al servicio de esta gesta hiperbólica y cruel nos ofrece el "Beowulf" de Rubín y García. Es de agradecer que, en el proceso de adaptación del texto —fiel al espíritu del original—, hayan incorporado, a modo de muestra, alguna de las 'kenningar' ('kenning' en singular): figura retórica que establece una relación de semejanza con el sustantivo al que sustituye. Así, «el mar» es denominado «camino de la ballena» y «la sangre», por citar otro ejemplo, es «el agua de la batalla».
También se han permitido, demostrando una gran iniciativa, alguna que otra licencia, por cierto, bastante audaz. Una muestra la hallamos en la primera de las historias. Grendel se introduce en el Heorot
 (literalmente «salón del ciervo») de los daneses mientras duermen. Contempla entonces el cuerpo desnudo de Beowulf, que en ese momento hace lo mismo junto al resto de su compañeros. La visión conmueve al monstruo y lo excita de tal manera que termina eyaculando sobre el guerrero momentos antes de dar inicio la lucha.
La rotundidad del dibujo, a la altura de la gesta que narra, adquiere su máxima expresión con el uso de 'splash pages'. Rubín consigue, especialmente en la parte de la lucha con el dragón, que las imágenes, saturadas de sangre y de reflejos ígneos, adquieran un tono épico y crepuscular de profundo patetismo.
¡No os lo perdáis!