Tensión estética de un lenguaje que sobreasciende o precipita su cadencia hacia el fondo de un abismo transitorio. Vida y verdad confundidas en un gesto de amor vulnerado y extremo. Anhelo del Ser atravesado por su trazo. El espacio epidérmico se prolonga, salvaguarda el territorio de la infancia, de una inocencia que se ha visto interrumpida: imagen fragmentada de un espejo acústico e invisible.
La libélula, poemario de Amelia Rosselli (París, 1930-Roma, 1996) publicado por Sextopiso, describe la experiencia íntima de quien se debate, como en una lucha desesperada, entre el deseo libre de existir y la sujeción a una forma reconocible que la realidad impone y limita. Respiraciones del Ser que se despliega en la espiral del lenguaje, en las torsiones y extensiones de su fraseo melódico y rupturista. Línea marginal cuya progresión, mezcla de desasosiego vital y plenitud, se eleva como una plegaria de difícil equilibrio espiritual, donde las palabras, desposeídas del peso de su materialidad tangible, pero desesperadamente grávidas, pugnan por alcanzar el grado de significación y permanencia que permita descubrir el índice proverbial de su designio.
El poema se muestra, entonces, como una suerte de envoltura biológica, como un aliento súbito cuya oscilación errática, intuitiva de sus emociones, profundamente existencial, contiene el vínculo de su milagro: transparencia del Ser que se contempla en el rostro humano de Dios, -¿herencia neoplatónica vía Plotino?- en cada uno de los fenómenos de la existencia que acredita. El paisaje interior –único ámbito de la libertad posible- se transforma, de esta manera, en el paisaje exterior; el afuera es el adentro, lo visible es lo invisible; el tú y el yo; sí, la trascendencia.
Delirio frágil de una identidad que se adivina y piadosamente refiere su grado de luz inmisericorde porque no puede, no ha podido mitigar el peso de la culpa, la herencia intempestiva de su amor filial y donde parece advertirse la influencia de Songs of innocence de William Blake: «Siento cómo los ángeles perversos me llaman a la piedad, siento cómo la linfa se retrae a los ancestros cansados, siento cómo la piedad me envuelve a mí y toda la piedad, toda la mesa preparada, a los abismos de la piedad, el himno nacional decaído, el abismo de la voluntad. Siento cómo la babosa esparce su sangre entre los coágulos más inocentes del interior de la tierra profunda, escondida, siento cómo la inocencia se convierte en enfermedad, siento cómo el infierno se apodera de los mejores.»
Una mano tibia asciende y pulsa la rotación estacionaria de su sueño.
¿La libélula?
FRAGMENTO POEMA
“O amore che mi tieni fervida e blu fuori dal
mondo che non regge al suo tintinnio di merce
buttata dal mercante. O puttana dalle meravigliose
orecchie o catrame che non si svincolò così presto
dalla terra, o paazzo del la carià. Più morta
che viva, più viva che savia. Più morta che savia.
Più reale della tua luce improvvisa”.
“O amor que me mantiene fervorosa y azul lejos del
mundo que no controla su tintineo de mercancía
desechada por el mercader. O puta de maravillosas
orejas o alquitrán que no se retiró a tiempo
de la tierra, o palacio de la caridad. Más muerta
que viva, más viva que cuerda. Más muerta que cuerda.
Más real que tu luz inadvertida.
Traducción de Esperanza Ortega