POESÍA Y CONOCIMIENTO

La poesía es creo haberlo dicho en alguna ocasión una tentativa de desvelar, a  través del lenguaje, el sueño del Otro en el que estamos atrapados. Esta alusión a la otredad, de claras referencias deleuzianas: "Si vous êtes pris dans le rêve de l'autre, vous êtes foutu", no agota, sin embargo, la extensión del concepto; antes bien, refiere una parte sustancial del problema que nos atañe: la cuestión acerca de la naturaleza del lenguaje poético y el objeto de su creación.

Porque si la palabra viene del Otro, del Otro que yo soy  "Je suis autre, según sentencia Rimbaud, si irrumpe como un hecho involuntario, no es sino al precio de interrogarnos. ¿Quién soy yo? o ¿qué quiere el Otro que yo soy de mí?; enunciaciones que la palabra, articulada en el mensaje de lo hablado y, naturalemente, de lo escrito, plantearía, de entrada, a todo sujeto portador de lenguaje, más aún si este lenguaje es resultado de una voluntad poética, de la necesidad de creacíon de un orden nuevo que difiere de la realidad. Aquí, no obstante, y a pesar de la protesta existencial que se manifiesta en todo acto creativo, cabría decir que la poesía no se opone a la realidad, es ella misma una realidad hecha artificio. He ahí el valor del Arte. De la vida transubstanciada en Arte.

Y es por esto que el poeta, el creador, se vuelve sobre el espejo de su discurso, constituido éste como un objeto estético para dar razón de su ser y, claro está, como confirmación de su existencia. Una existencia, sin duda, precaria, problemática, toda vez que arriesga no sólo el poema, su entidad como objeto de sublimación elevada a categoria de Cosa, sino el sentido mismo que el poema encierra: "Todo verdadero poema corre el riesgo de carecer de sentido, y no sería nada sin ese riesgo", afirmaba Derrida.

Entre el sentido y la pérdidad de sentido, el poeta construye un discurso que es y no es, que significa y no significa aquello que dice, pero que, inexorablemente, se le impone como un hecho de discurso. Literalmente es hablado por el lenguaje, algo en él habla y sólo tiene realidad dentro de los límites del poema.

La experiencia poética, por tanto, revela, en el mismo acto de creación, un conocimiento de la realidad sujeta al proceso de escritura de quien escribe. "El poeta como muy bien afirmaría Valente no opera sobre un conocimiento previo del material de la experiencia, sino que ese conocimiento se produce en el mismo proceso creador". Su validez, a efectos de verdad, sólo es asumible dentro del marco del poema y, por tanto, "el acto de su expresión es el acto de su conocimiento". El objeto, pues, de conocimiento, es desconocido a priori y solamente el acto de escritura va figurar la posibilidad de su aprehensión. La palabra adquiere valor en la medida en que se vuelve escepcional, en que la experiencia de la escritura la hace única, irrepetible, fugaz.