Con implacable lucidez desliza Haneke su cámara; aproxima al espectador a esa región oscura de la condición humana donde se dan cita nuestros demonios.
Estamos en Eichwald, un pueblo protestante del norte de Alemania, próximos al inicio de la Primera Guerra Mundial. Una serie de terribles acontecimientos (anunciados por una voz en off que sitúa la acción y que pertenece a un antiguo maestro del pueblo) ponen de relieve, pese a las apariencias, la atmósfera malsana, enfermiza que rodea a los habitantes del lugar. Nada, nadie es lo que parece. La inocencia (Das Weise Band) puede albergar, como es el caso, la perversión más acusada, el horror en su forma extrema.
¿Y cómo ha sido esto posible? Los ideales transmitidos, el valor de una educación demasiado axfisiante, el fundamentalismo religioso que conduce a los conceptos de pureza y absoluto...desemboca, inevitablemente, en lo inhumano. Los niños son espejo de una mirada cruel que les somete; víctimas y verdugos de sus progenitores, no pueden sino manifestar las emociones repremidas, revelar la violencia que ellos mismos padecen.
No, no hay piedad, indulgencia ni resquicio en esta historia. Haneke disecciona, con admirable destreza y una coherencia discursiva apabullante, las máscaras del alma.
Un retrato sombrío acerca del valor de nuestra educación y el mal al que puede dar origen.
Una obra maestra.
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