"El arte es inútil, está muerto". ¿No reside precisamente en eso su grandeza? Así lo entendió Fabian Avenarius Lloyd, sobrino de Oscar Wilde, más conocido como Arthur Cravan.
Un dandy sin espejo, habían dicho. Un enfant terrible capaz de violentar la sociedad anquilosada y decadente de los artistas. Un poeta de la acción que boxeaba con la misma impostura y precisión que las palabras que exhibía. (Llegó a enfrentarse al gran campeón negro de los pesos pesados Jack Johnson).
El hombre que hizo de la vida su principal obra de arte: "No hay un solo artista noble que respire" . "Me cago en el arte y sin embargo si hubiera concocido a Balzac habría intentado robarle un beso", había fundado MAINTENANT, revista literaria de la que fue director, distribuidor y único redactor bajo diferentes seudónimos, en 1912.
Cravan aullaba bajo la luna, subvertía la moralidad con la impudicia de quien refiere una inocencia desvelada: "...me daría una satisfacción cruel deshonrar a una maestra del jardín de infantes, más aún cuando, en el momento de quebrarla, tendría la impresión de estar rompiendo una lente de vidrio".
"Ven si quieres disfrutar del ángel", le escribiría desde Méjico a Mina Loy, su amante.
En 1918 contraen matrimonio y al quedar ella embarazada deciden, debido al estado de precariedad en el que vivían, que Mina viaje a Buenos Aires donde prometen reunirse en cuanto Cravan consiga el dinero para el pasaje. Nunca llegará. Su barco desapareció en el Golfo de Méjico sin dejar rastro.
"Ningún dios viene a soñar sobre nuestro destino", había escrito.
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