Omnia vanitas

Llevado por la vanidad y (¿a qué negarlo) un aire cierto de marcado pesimismo, el ojo devanea, recorre los estantes de la librería; repara, no al azar, en aquellos que, de suyo, considera; consciente, tal vez, del designio que le inclina: Iamque quiescebant voces hominumque canumque/ lunaque nocturnos alta regebat equos. ¿Ignora alguno estas Tristezas? Y prosigue, valedor seguro de la empresa que ambiciona y con el güelfo Cavalcanti deduce cuyo Amor se adueña y a ese lance se consagra:  Li mie' foll' occhi, che prima guardaro/ vostra figura piena di valore,/ fuor quei che di voi, donna, m'acusaro/ nel fero loco ove ten corte Amore (Mis locos ojos, en cuanto miraron/ vuestra figura llena de valor, / ellos de vos, mi dama, me acusaron/ donde su feroz corte tiene Amor). Ahora tiro los dados separado del secreto, ainsi que le fantôme d'ungeste. 

 

Mas, ¿qué saben los (de)funcionarios (defunctio) de la poesía actual?  

 

 

 

 

 

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Comentarios: 1
  • #1

    Pablo Jiménez (sábado, 17 mayo 2014 23:50)

    Es la serenidad quien simultáneamente nos funde en la belleza y nos restituye a la vegetalidad de la naturaleza. Ovidio y, siglos después, Leopardi despreciaron el flujo de las horas y hallaron baladí lo fugaz de la existencia. "Miraba el cielo en calma,/ calles doradas, huertos,/y allí el mar a lo lejos, y allá el monte./Lengua mortal no puede/decir lo que sentía." No, ninguna lengua mortal puede atrapar el resplandor pero el intento de la utopía es de los solitarios que la intuyen y ningún defuncionario de la literatura pisará nunca los celestes prados de Garcilaso. Mierda es su menester, mediocridad el eco en que se reconocen.