Al tono inicial de desencanto y abulia (contrastada sumisión crepuscular no exenta de avidez), sucede una sospecha de inminencia inquisitoria no atisbada sobre quien deduce oscuridades a la luz de un artificio que, no obstante, le conmina. El presente, con su sordo prosaísmo, evoca así la traslación de algún paisaje interior pretérito, es decir, mítico donde sólo el amor zahiere y arranca del poeta su aherrojada lucidez. Instante único de negadora afirmación pues de ello resulta la Belleza: su turbadora inflorescencia.
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Pablo Jiménez (martes, 19 noviembre 2013 14:26)
La cotidianidad es la luz del sol, la ley de la gravedad en el fluir de las aguas, lo previsto previsible, lo que no está en nosotros modificar. Tal vez la fuente del desencanto y la abulia. Sólo de la negación y del artificio vinculado a ella emana la libertad que hace incandescer al creador, al fabulador. Sólo la sombra justifica el milagro del resplandor. El milagro que vivimos es metáfora y lecho de la blasfemia. La libertad creativa sólo acontece al transgresor.