-¿Has pensado alguna vez que hay muchas maneras de morir pero sólo una de estar muerto?- Con esta frase lapidaria, el escritor norteamericano Jim Thompson (1906-1977) vertebra la acción de El asesino dentro de mí, novela publicada por el sello Lion en 1952. La historia, trazada sobre la efermiza línea de la marginalidad, transcurre en Central City, localidad petrolera al oeste de Texas. El estilo seco, duro de sus diálogos, directo, la insania de unos personajes precipitados al fracaso contribuyen a crear la atmósfera opresora cuyo contexto revela una crudeza que transgrede el límite acordado de lo humano. De tal manera quedará determinada la relación de fuerzas subyacentes que habrán de desembocar en una escalada homicida imparable a manos de quien, paradójicamente, actúa en nombre de "la ley". Lou Ford, adjunto del sheriff, pertenece a esa nómina de personajes cuya naturaleza psicopática resulta difícilmente olvidable. La fatalidad extiende así su signo y el pasado deviene, inexorable, al territorio de una fantasmagoría vengadora donde víctimas y verdugos intercambian, con desigual acierto, el verdadero papel que han de jugar sus vidas. Prodigiosa.
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